Por fin Yoani Sánchez llegó a
donde tenía que llegar: a la capital federal de los Estados Unidos, a
Washington DC. Parece que el resto del viaje es una pantalla para hacer menos
escandalosa su coronación por quienes pretenden ser el laboratorio central de
la política mundial. Ayer en la mañana desembarcó al pie de la escalinata de
uno de los edificios del Congreso de los Estados Unidos en un jeep negro
Chevrolet SUV, con cristales oscuros y muy poca visibilidad al interior, como
si se tratara de una jefa de estado. En Miami hay quienes creen que la
transportaba el mismísimo servicio secreto y siguen comportándose con cautela,
como si alguien de muy arriba hubiera orientado pasarle la mano y dejar de criticar
a su elegida.
A la famosa bloguera la esperaba en la acera el representante Joe García con un ramillete de flores blancas entre las manos, la congresista Ileana Ros-Lehtinen con amplia sonrisa y el también congresista Mario Díaz-Balart. De ahí llevaron a la visitante a una salita para conversar en un mesa donde no había diez personas: los también congresistas Albio Sires, Kathy Castor y Debbie Wasserman Schultz (el Senador Bill Nelson cursó la invitación formal), el profesor y bloguero Ted Henken que servía como traductor. Y más allá un grupo de fotógrafos y periodistas sin otra misión que la de publicitar la visita de la bloguera.
A la famosa bloguera la esperaba en la acera el representante Joe García con un ramillete de flores blancas entre las manos, la congresista Ileana Ros-Lehtinen con amplia sonrisa y el también congresista Mario Díaz-Balart. De ahí llevaron a la visitante a una salita para conversar en un mesa donde no había diez personas: los también congresistas Albio Sires, Kathy Castor y Debbie Wasserman Schultz (el Senador Bill Nelson cursó la invitación formal), el profesor y bloguero Ted Henken que servía como traductor. Y más allá un grupo de fotógrafos y periodistas sin otra misión que la de publicitar la visita de la bloguera.